Existe una gran tendencia de fondo en los mercados que est\u00e1 pasando desapercibida para la mayor\u00eda: el ascenso de las inversiones alternativas<\/strong>. Este campo abarca todas las inversiones en activos que no cotizan en bolsa, desde empresas hasta propiedades.<\/p>No se trata de una tendencia disruptiva que comenz\u00f3 recientemente. El negocio de gestionar inversiones en mercados privados tiene sus or\u00edgenes hace unos 45 a\u00f1os, a fines de la d\u00e9cada de los 70.<\/p>
En ese entonces, pioneros como la firma Kohlberg, Kravis & Roberts (KKR) comenzaron a captar fondos de un pu\u00f1ado de inversores privados para comprar empresas en problemas a precios de descuento, logrando tasas de rendimiento para sus inversores en el orden del 20% anual. En comparaci\u00f3n, la bolsa norteamericana subi\u00f3 11% anual entre 1970 y 1990.<\/p>
Con el correr de los a\u00f1os, el negocio se fue institucionalizando acorde a los tiempos y retornos propios del segmento. La estructura de los fondos tiene un horizonte temporal de 10 a\u00f1os, suficiente para comprar, desarrollar y vender un pu\u00f1ado de empresas. Las comisiones se establecieron en 2% anual sobre el capital invertido y 20% sobre las ganancias, siempre y cuando estas superen un umbral m\u00ednimo del 8% anual.<\/p>
Progresivamente y sin que muchos lo notemos, este tipo de inversiones fue ganando peso en las carteras de los grandes inversores institucionales. Los fondos soberanos hoy destinan 25% de sus inversiones a este segmento mientras que las fundaciones superan el 50% de exposici\u00f3n<\/strong>. Incluso las aseguradoras, limitadas por regulaciones y necesidades de liquidez, invierten en torno al 10% de su fondo de riesgo en el segmento.<\/p><\/div>\n\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t